Una mañana cualquiera de finales del mes de mayo, en la que desde bien tempranito el sol ya andaba haciendo justicia, el grupo de alumnos y alumnas de 3º A y 3º A Diver, partieron, cabalgando bicicletas de distintas razas, hacia Alcolea.
Siguiendo el Camino de la Campiñuela Baja, alcanzaron el canal de riego que bordea la zona, enfrentándose al primer reto: la cuesta que termina en la joroba que supera las vías del AVE, para evitar cruzar las mismas- costó la cuesta, en algún caso por falta de alimento en el estómago. Pero finalmente se coronó con éxito.
Continuamos la marcha, entre polvo y piedras, por el Camino de la Alcaidía, pomposamente inaugurado, por políticos del momento, no hace mucho. Y…. enfilamos hacia el canal.
Entremedias, resoplidos y suspiros y ¡ay mis piernas! ¡No os quejéis, que peor será mañana’
Encima del puente alto, sobre el arroyo donde beben las vacas, tuvimos una espera algo prolongada, hasta que el sufrido José Miguel y su acompañante incondicional, el profesor Rafa Luque, llegaron, jadeante el primero y animando el segundo.
Aprovechamos la espera para ir llenando los ya vacíos estómagos. Nos sorprende Antonio Carlos con sendas fiambreras de jamón y queso, del bueno, que generosamente ofrece al resto de sus compañeros. Una vez repuestos los azúcares, continuamos el camino.
Ya empezábamos a perder la paciencia ‘que por qué tenemos que llegar a Alcolea, profesora, que por qué no nos vamos ya al ‘Lago Azul’, que no vamos a tener tiempo para bañarnos….’ and so on.
La profesora perdía oído por momentos ante tales quejas. Y así llegamos a la espalda del recinto universitario de Rabanales. Nada más descabalgar, o sin ni siquiera hacerlo, aparecían manos empuñando bocadillos. Tanta hambre tenían algunos y algunas que hasta en marcha comían, como si no lo hubieran hecho en horas.
Y…¡ay Dios!, en un recodo del canal ‘profesora, por favor, que ya no podemos más. ¿Podríamos pararnos y aprovechar para refrescarnos?’ – ‘Bueno está, pararemos un ratito nada más’
Y apareció esa cuerda. Que no había en el mundo juguete, ni móvil, ni ningún otro aparato del gusto de los adolescentes, que en ese momento valiera más. Y la colgaron a un puente, y se tiraron, unos de un tirón, otros más poquito a poco, pues sabido es que el agua corriente del canal, al llegar a mitad de la anatomía, está más bien fresquita y se resienten ‘las calorías’.
A algunas les costó más, iban pasito a paso, entre foto y foto, ¡que no falten!, pero al final ‘catapún’. Esa valiente Cristina, acompañando a los aguerridos caballeros, saltó a bomba sobre las no ya tan tranquilas aguas del canal.
Trabajo costó continuar la jornada, pero entre quejas y suspiros, llegamos a la meta: las afueras de Alcolea, pues no visitamos la población, ya que no teníamos cobertura municipal, y el concepto de ‘por la derecha’, nos era difícil de entender.
A comer otro poquito, ‘porque ya sí que no podemos más’
Emprendimos el viaje de vuelta con más ilusión y ganas, pues la promesa del lago estaba cada vez más cercana. Pero a mitad, ‘profesora, otra vez nos queremos bañar’ – ‘Bueno está’ Aquí se atrevieron los que aún quedaban por probar, y, ese Josua, portador de la ‘soga milagrosa’ la ataba con paciencia a cualquier pilar.
Y ya en el lago, quitando al prudente Diego, todos al agua. Algunos, los más fieros intentaban casi en triple mortal. Y así, mientras el sol nos enviaba sus rayos con lanzallamas, llegaron casi las dos. Medio quemados, cojeantes y chorreando, nos dimos la vuelta, con un montón de fotos y más agujetas.
Y aquí se acaba el relato del lago y las bicicletas, con la duda existencial de ‘¿por qué los alumnos se bañan con el bañador y los calzoncillos debajo?’ Al día siguiente lo entendí, pero esa ya es otra historia.
Gracia Serrano