En nuestro blog de Igualdad podéis ver las bases para participar en el concurso de microrrelatos sobre la violencia hacia las mujeres.
En nuestro blog de Igualdad podéis ver las bases para participar en el concurso de microrrelatos sobre la violencia hacia las mujeres.
Nuestra biblioteca gestiona los fondos de los que dispone con la aplicación Abies 2. Este programa es una aplicación de escritorio y está desarrollada bajo Microsoft Access. Entre otras cosas, esto significa que no está disponible la consulta a través de la web.
Sin embargo, y gracias a un software libre llamado AbieX Web, podemos realizar la consulta de dichos fondos a través de un navegador. La dirección en la que se puede realizar la consulta es: http://www.iesgrancapitan.org/abies
Entre las novedades de la Consejería de Educación, donde podréis descargar las bases del concurso y el anexo, nos llega esta iniciativa: se trata de Premio de Literatura «Terminemos el cuento»…
…Creado por la Unión Latina en 1991, es un concurso anual destinado a los jóvenes de los países de habla hispana que cursan los últimos años del ciclo secundario, de edades comprendidas entre los 14 y los 18 años. El concurso, cuyo objetivo es estimular en ellos la creatividad literaria, se organiza de la manera siguiente: en cada uno de los país, un autor de reconocido prestigio escribe un cuento del que se da a conocer solamente la mitad, para que los concursantes redacten un final. Posteriormente, un jurado compuesto por personalidades del mundo literario designa el mejor final. En una segunda etapa, se publica en la prensa el cuento original en su totalidad y el mismo relato con el desenlace del ganador.
El plazo para participar finaliza el 17 de octubre. En este enlace podéis acceder a información sobre ediciones anteriores.
La editorial Planeta ha diseñado una herramienta, Planeta lector, al servicio de la promoción de la lectura de niños y jóvenes. Desde este portal los usuarios, anónimos o registrados, pueden acceder a los fondos específicos de la editorial mediante búsqueda por libros o autores. Cada título se describe en una ficha- que puede comentar el usuario- en la que, además de información bibliográfica (editorial, ISBN, páginas, formato, encuadernación, precio, curso recomendado…), se completa con un resumen, un fragmento, ideas centrales, temas y valores, transversalidad, competencias básicas e información adicional. Además, desde el marco derecho es posible descargar algunas páginas en pdf del libro, acceder a una guía de lectura con su solucionario y, en algún caso, a algún documento audiovisual relacionado. Continue reading «Planeta lector» →
José A. Millán, un reconocido autor digital que ha escrito y reflexionado en otras ocasiones sobre libros y bitios como puede comprobarse en su página citada, publica hoy en El País un breve artículo sobre la cuestión. En él elogia, de un lado, el libro en formato de papel- su tamaño y precio, autonomía, personalización…- y, de otro, las posibilidades de búsqueda, acceso y recuperación que permiten las tecnologías digitales. En fin, parece convencido del futuro híbrido y conciliador del libro y el bit.
Los libros son estupendos: es lo mejor que hay para leer, están bien de precio, no necesitan recarga, pasarán a nuestros herederos con nuestras anotaciones y subrayados y, cuando los sacamos de paseo, informan al universo acerca de nuestros gustos y aficiones, a través de sus cubiertas…
Los metemos en nuestros bolsillos y mochilas, los zarandeamos en mudanzas, los dejamos caer al suelo inadvertidamente, y ahí están: siempre a nuestro servicio.
Pero… tienen un pequeño problema. Quiero releer el primer libro que me recomendó mi madre. O: se me antoja volver sobre ese interesante ensayista del XIX. O incluso: no leí en su momento el poemario de Fulano. Encontrar un libro de hace dos, cinco, veinte, cuarenta o doscientos años puede ser sencillamente imposible. A cambio, cada año hay decenas de miles de títulos nuevos, aunque: ¿cómo saber cuáles están destinados a ocupar un lugar en nuestro corazón? Y por último: ¿cuál de los muchos libros que no he leído, de cuya existencia incluso nada sé, es vital para mí…?
No: el libro no es un problema. Lo que es un problema es encontrar el que quieres (por un lado) y saber cuál de las centenas de millares, viejos y nuevos, que existen deberías leer (por otro). Es decir: el problema es una industria basada en la novedad y la circulación rápida. Cuando se habla de la muerte del libro en realidad se está hablando de la quiebra de ese sistema. Vamos a ver: ¿qué envidiamos más de ese e-book, su pantalla plateada o el hecho de que te puede traer en segundos el libro que quieres?
El libro del futuro, el que estamos construyendo hoy entre todos, nos promete lo mejor de los dos mundos: el flujo de informaciones instantáneas, y el antiguo y acreditado objeto-libro. Las hibridaciones serán múltiples, y las que voy a contar no son ciencia-ficción, sino realidades actuales. Como por ejemplo: libros desaparecidos que vuelven a la vida en tiradas de pocos ejemplares (impresión sobre pedido). Libros editados modernamente, localizables con toda facilidad en bases de datos. O libros del pasado accesibles en sitios web que agrupan a centenares de librerías de viejo.
Y los procedimientos para orientarnos en el espeso magma de lo no leído. Por ejemplo: libros tradicionales pero que también tienen su texto en la Web, de modo que cuando rastreamos un concepto nos los topamos en los buscadores. Lectores que etiquetan y comentan sus libros en sitios web colectivos para que otros los conozcan. Autores que exponen sus obras, y a veces sus procesos creativos, a la vista del público…
Borges imaginaba el paraíso bajo la forma de una biblioteca. Pero ¿qué es la biblioteca sino la promesa de una gigantesca reserva de libros y un orden para encontrarlos? En lejanos almacenes, en librerías de novedades y de segunda mano, custodiados en bibliotecas, o incorpóreos como arquetipos digitales listos para ser impresos esperan cientos de miles de libros, y hoy una red mundial de búsquedas y recomendaciones, como nunca ha existido, permite llegar hasta ellos.
Nos gustan los textos en la Red, adoramos los e-books. Pero para sentarse cómodamente y leer no hay nada como los buenos, los amigables libros de papel.
Y cada vez están más cerca.
Nueva reflexión sobre la lectura. En este caso, Francis Pisani nos sintetiza una información de Jakob Nielsen en la que explica, o mejor, cuantifica cómo se produce la lectura en una página web. ¿Cómo podemos hacer compatible este tipo de lectura con la que exigimos de nuestros alumnos en un soporte tan diferente como el libro impreso?
No leemos… Por FRANCIS PISANI (SOITU.ES) 08-05-2008
Nos conformamos con recorrer o barrer (scan, en inglés) los textos que nos presentan online. Esta afirmación, formulada desde hace tiempo por Jakob Nielsen, el gurú de la usabilidad (véase esta investigación anterior), ha sido recientemente confirmada, una vez más, por un estudio que aporta algunas precisiones útiles:
- Cuando accedemos a una página web, no nos limitamos a leer. Interpretamos la lógica de la navegación y la disposición de las informaciones. Y también miramos las imágenes.
- Por lo demás, leemos el 20% del texto de una página media (600 palabras en el test en cuestión).
- Considerando el tiempo que pasamos online y el tamaño de los artículos, se llega a la conclusión de que no tenemos tiempo de leer más que el 30% de las palabras que se cuelgan en la pantalla.
- Sólo leemos el 50% de la información cuando el número de palabras es inferior a 111.
- Cuantas más palabras incluye el autor, menos tiempo podemos dedicarles: 4 segundos por cada bloque de 100 palabras adicionales.
De hecho, el estudio concierne sobre todo a quienes escriben…
Si lo hubiese tenido en cuenta al menos una vez…
Encontramos en Internet este interesante proyecto: «6 billion Others». Durante este año 2008 se van grabando, a lo largo y ancho de todo el planeta, testimonios de personas normales y corrientes sobre diferentes temas y vivencias: familia, muerte, amor, discriminación, naturaleza, felicidad, tristeza y otros muchos. Elige el que te interese y escucha, lo que dicen te van a resultar mucho más interesante que los repulsivos coloquios de televisión, y te sorprenderán. Los subtítulos sólo se encuentran en inglés, francés e italiano; seguro que te defiendes para entenderlos. También es posible añadir nuestros propios testimonios.
María José Aguilera (¡cómo vamos a echarla de menos!) nos ha preparado esta presentación y así nos la comenta:
Matías (nuestro Matías) nos recuerda así aquella mañana del 23 de abril:
Parece que no. pero sí, el lugar importa o, al menos, esa es la impresión que tuvimos los participantes en el maratón de lectura, celebrado el pasado día 23 de abril. El hecho de que la actividad fuera en la Biblioteca y que nos recibiera Enrique para darnos la bienvenida y explicar el significado del día del libro impregnó el ambiente de una solemnidad y seriedad, siempre necesarias.
El acto de la lectura es como una ceremonia donde tanto los que leen como los que escuchan se adentran en un mundo de ficción distinto al que les rodea. Una ceremonia que exige, por parte de unos y otros, silencio y respeto, que fue el que demostraron los diferentes grupos de alumnos que pasaron por la Biblioteca.
Los alumnos del primer ciclo de ESO escenificaron sus poemas valiéndose de gestos, movimientos y objetos. Los de tercero de ESO ambientaron la lectura dramatizada de “Las bicicletas son para el verano” con canciones de la República.
Sin duda, un éxito de todos: del Departamento de Actividades, de los responsables de la Biblioteca, del profesorado de Lengua Castellana y, por supuesto, del alumnado del Gran Capitán.
En esta ocasión es Vicente Verdú quien ayer publicó en El País una interesante columna sobre la lectura. Entiende Verdú que el principal obstáculo para el arraigo de la lectura como un hábito es la organización del tiempo en las sociedades modernas: se carece de tiempo para la «degustación mental». A ello se une «la superior eficiencia de las pantallas». En consecuencia, los lectores actuales no son sino un «ejército en declive», al que no se suman ni pueden sumarse nuevos efectivos.
La actualidad del mundo, la realidad de los intervalos de trabajo y tiempo libre, coinciden con una disponibilidad para leer tendente a cero. Y no se diga ya para leer a fondo. Los momentos en que aún se lee se obtienen de intersticios de una construcción cuya fachada central repele lo libresco como materia ajena a su iluminación natural. Se lee, efectivamente, en los cantones del sistema, en los estrechos itinerarios de transporte público, en los puentes o en las vacaciones, en los tiempos muertos.
Todo tiempo oreado y candeal se ocupa, generalmente, en otros gozos, sean los viajes, el sexo, Internet, las copas, los juegos en las pantallas, las cenas o los cines. ¿Tiempo para leer? Quien lee se extrae literalmente de la cadena nutricional reinante para insertarse en un nicho marginal. Todo lector, y tanto más cuanto más lo es, traza su fuga y, a su pesar, se convierte en fugitivo de la contemporaneidad.
En esta mañana de domingo M. Vicent reflexiona sobre el libro y la pantalla, aunque parece referirse casi exclusivamente a la pantalla cinematográfica. No obstante, parece que, a diferencia de Philip Roth, confía aún en el poder de la palabra en esta desigual batalla:
Pantallas
MANUEL VICENT, El País, 13/04/2008
No recuerdo haber visto nunca en una película norteamericana el interior de una casa donde apareciera una biblioteca familiar. Tampoco a ningún héroe del cine clásico, Gary Cooper, John Wayne, Henry Fonda, leyendo un libro en la mecedora del porche después de realizar cualquier hazaña. Por los descampados del lejano oeste puede que a veces cruzara un tipo con un levitón polvoriento vendiendo biblias. Queda la estampa cinematográfica de algún reverendo abriendo el libro de los salmos al borde de una fosa descarnada en el momento de mandar a los verdes valles del Edén a cualquier fiambre, pero luego, nada. Los deudos devoraban la tarta de frambuesa que había preparado Maureen O’Hara para después del funeral. Nadie será capaz de imaginar una secuencia con Robert de Niro, Jack Nicholson o Brad Pitt enfrascados en la lectura de una novela. Ni siquiera Woody Allen se ha permitido el lujo de decorar el despacho de su psicoanalista con una estantería cargada de volúmenes manoseados. Los libros en el cine no existen. Esos best sellers con títulos dorados en relieve, que las amas de casa meten en la cesta de la compra junto a las zanahorias, nunca se quedan en casa después de ser leídos. Cuando las cámaras llegan, el trapero ya se los ha llevado. Se ha dicho hasta la saciedad que las pantallas han derrotado a los libros. Media humanidad se pasa el día sentada devorando imágenes. En el avión, en el tren, en el bar, en el hospital donde te acaban de rajar, en el sofá en el que caes rendido al final del día siempre hallarás enfrente una pantalla vertiendo en tu cerebro infinidad de monigotes. Las fotos de los periódicos cada día más grandes, los cuerpos gloriosos de belleza visual que pueblan las revistas satinadas, también se han puesto de parte de las pantallas en la guerra contra la letra impresa. Pero de los libros se salvan siempre las imágenes. Se trata de saber qué tiene más fuerza todavía, si la imagen literaria que conservamos en la memoria después de la lectura o la visión de toda esa fantasmagoría de luces y sombras. Qué deja un oro más profundo en el alma, la goleta Hispaniola navegando rumbo a la Isla del Tesoro a través de las páginas del libro o Gary Cooper soplando la boca del revólver en la pantalla.