Tal como prometimos en una reciente entrada, os ofrecemos las cartas de amor premiadas y las imágenes de las personas ganadoras.
La carta que nunca te escribí
Hoy he querido escribirte esta carta, por todos los años que llevo sin hablar contigo, sin querer hablar mucho de ti porque aún te echo de menos. Pero, el otro día, mi hermana me contó que había soñado contigo, que tú estabas otra vez aquí, y volví a recordarte, volví a acordarme de todo.Recordé aquellos domingos por la tarde, cuando papá, mamá, mi hermana y yo íbamos a visitaros a casa. Siempre te encontrábamos sentado en tu sillón, viendo los toros en la tele. Me decías que me sentara entre tus piernas y me cantabas coplillas que tú mismo inventabas y que aún canto a veces. Luego, mi hermana y yo nos sentábamos en el suelo de la cocina y nos peleábamos por los juguetes; entonces, tú llegabas, cogías tu inyección de insulina y, siempre, antes de ponértela, nos apuntabas con ella y nos gritabas: << ¿Te pincho, te pincho? >>. Nosotras nos reíamos, felices de estar contigo, de verte, de quererte. Pero empezamos a ir menos a tu casa, sin ninguna razón aparente. Papá desaparecía algunas noches de casa, y resulta que lo que hacía era cuidar de ti, porque cada tres semanas te ingresaban en el hospital. Dejamos de verte tan a menudo, dejamos de verte tan bien, y todos nos sentíamos muy tristes.
Pero nunca dejamos de quererte con toda nuestra alma. Te fuiste el 13 de marzo de 2009, derrotado, cansado…; entonces, no comprendí que descansabas por fin de esta vida. Me enfurruñé, me enfadé con el mundo, y las navidades no han vuelto a ser tan alegres como antes, porque el sitio vacío de tu sillón sigue existiendo, tu voz gritando: << ¿Queréis chocolate blanco o negro? >>. Por ello, el motivo de esta carta era hacerte saber que te sigo queriendo, que cada día deseo que aparezcas en un sueño, quiero abrazarte, darte esta carta… y pedirte que nunca nos olvides, allá donde vayas o de donde vengas, porque nosotros nos acordaremos siempre de ti.
Sara Ruiz Notario 3º D de ESO
Primer premio ex aequo
QUERIDO PETER PAN
Querido Peter Pan; querido alguien, alguien que fue, alguien que ha sido. Hoy me siento como la canción dijo un día, hoy siento cómo gritas desde el cielo haciendo revolotear mi memoria hacia el pasado, como si fuera un gorrión desorientado.
Querido Peter, hoy he ido a un lugar que no visitaba desde hace años.
Lo recordaba tan grande, tan extraordinaria aquella plaza. Su fuente, de un blanco brillante, parecía no tener fin. Recuerdo elevar la cabeza hasta más no poder y aún así apenas ver su final.
Una plaza tan simple, no había nada, sólo la fuente, las pequeñas piedras del suelo y el sol. ¿Lo recuerdas Peter?
Me encantaban el sonido de mis pequeños zapatos negros y brillantes. ¡Era tan fácil divertirse entonces! Recuerdo haber dado mil vueltas alrededor de la fuente a saltitos, disfrutando del ruido de mis zapatos y del gorgorito de los pájaros. Recuerdo disfrutar tánto mirando al cielo. ¡Parecía tan inmenso!
Hoy nada es igual. La plaza no es tan grande, la fuente no es tan alta y el sol no brilla igual… Incluso ese suelo que tánto me asombraba me resulta molesto para mis tacones. ¿Será porque tú no estás, Peter? ¿Será por ti que el sol llora y los gorriones no cantan?
Observando mis fotos, Peter, abrazo una. Salgo con mi caballo balancín. ¿Lo recuerdas, te acuerdas de él? Siento que quiero impregnarme de ella y casi sin esfuerzo recuerdo esa noche de Navidad en la que fui corriendo a la cama de papá y mamá gritando:
“¡Ya están aquí! ¡Los he visto por la ventana!”
Es gracioso, ¿verdad, Peter? Lo recuerdo como si fuera cierto, ¿pero no lo era?
Querido Peter, querido alguien. El otro día fui a una fiesta en la que apenas conocía a nadie. La mayoría de la gente me evitaba, entraban e ignoraban mi existencia. Como con miedo a conocerme, se acercaban poco a poco, tal vez pensando una excusa para poder hablar. ¿Por qué no soy tan valiente, Peter? ¿Lo recuerdas? ¿Recuerdas cuando era todo tan fácil como decir “hola”? Hola, ¿jugamos? Y amigos.
Querido Peter, añoro el ayer, añoro cuando mi mayor preocupación era no poder ir al parque a jugar, cuando una simple bolsa de “chuches” me hacía feliz.
Añoro mis PlayMobil, ver “El Rey León” doscientas mil veces y nunca cansarme. Añoro salir una tarde de lluvia con mis botas azules y saltar de charco en charco, sin miedo a mancharme.
Añoro esos largos cuentos antes de irme a dormir, divertirme en cualquier lugar, sorprenderme de cualquier cosa y acabar cada frase ¿y por qué, Papá?
Añoro mis largas siestas y esperar en la guardería a Mamá a las cinco con un abrazo y una sonrisa.
¿Recuerdas a Mamá, Peter? ¿Recuerdas cuando su mayor enfado conmigo era por no terminarme el plato o por comer demasiado chocolate?
Ahora todo es más complicado Peter, y no dejo de pensar que todo tiempo pasado fue mejor. ¿Sabes? Le llaman adolescencia.
Hay días felices, días tristes, más preocupaciones y no hay chocolate para merendar. Sí, Peter, sí, sin chocolate para la merienda ni siquiera.
Lloré mucho por esto, Meter; yo nunca quise abandonarte, quise seguir soñando, ser cantante o astronauta.¿Qué hay ya de eso? Ahora me levanto cada día añadiendo cinco minutos al despertador, sin encontrarle el sentido al instituto, con miedo de mis acciones… Sin correr, sin volar. Parece que me han cortado las alas. Y me pregunto quién soy, quién fui, pero alguien ha apagado la luz porque no veo nada. Me siento ciega y torpe, Peter.
Mamá quiere que estudie empresariales, tiene salida. ¿Pero sabes? ¿Por qué no hacer lo más arriesgado? ¿Por qué tener miedo a los sueños?
Hoy, Meter, te he recordado ¿sabes?, estaba triste y hundida, pero si algo me enseñaste fue a creer en los sueños.
Estudiaré lo que quiero, lo que deseo, y no lo disponible, por que al fin y al cabo no podré ser una niña jamás, pero lucharé y creeré en que puedo cumplir mis sueños como hacía contigo antes… Y volver a volar.
Siempre tuya,
Campanilla.
Mª Luz Lara Alcalá 1ºB de Bachillerato
Primer premio ex aequo
AYER ME DEDIQUÉ…
Ayer me dediqué a mirarte…
Es increíble cómo, ahí sentado, sin más, puedes hacer que todo se vea tan perfecto. Salimos al recreo y… sigo mirándote. El sol resbala por tu espalda, dejándose caer por tu cuerpo, sencillo, pero a la vez deslumbrante. Hace que tus labios resalten aún más. Tus labios… qué decir de esos provocativos labios, mi manzana de la tentación.
Tus ojos… profundos, llenos de experiencias, ansiosos por ver cosas nuevas, llenos de misterio, miedo, alegrías, esos ojos que por mucho tiempo han sido motivo de sueños para mí.
Tu piel canela adornándote ese carácter, esa fuerte actitud que te queda tan bien. Firme, orgulloso, atractivo, guapísimo, encantador, dulce, tierno, romántico, tú. Ese que con una simple sonrisa me mantenía pensante todo el tiempo.
Acaba cuarta hora, apartas tu mirada lentamente de los apuntes y me dedicas una sonrisa sincera, alegre, simple. Esa sonrisa culpable de mi locura, de mi gran admiración. Te levantas con paso seguro, sabes lo que haces y hacia dónde vas. Te detienes enfrente de mí para saludarme; ahora estás muy cerca, puedo percibir tu perfume. Verte tan cerca me pone nerviosa. Tu voz tan peculiar… ¿qué dices? No lo sé, me resulta realmente difícil concentrarme. Me haces tonterías en la cara y te ríes. Me encanta verte reír.
¿Ya te vas? Bien, otro día lo mismo, otra noche en la que serás el protagonista de mis sueños. Mi querido seductor.
¡Quiero verte ya y aún no te has ido! Mañana, mañana te veré de nuevo, y pasará exactamente lo mismo. Te observaré, descubriré algo nuevo que ni tú eres capaz de percibir. Ingenuidad, al pensar que puedas estar con alguien sin provocarle un palpitar descontrolado. Ahora me ha tocado a mí ser esa que por ti daría cada uno de sus deseos, esa a la que simplemente le robas el aliento. Estar así es la peor suerte que tengo, pero a la que nunca renunciaría.
Mari Ángeles Oliva Lamarca 4º B de ESO
– Segundo premio de “Cartas de amor” –
16 DE SEPTIEMBRE DE 2011
En miles de ocasiones aparece su nombre y su cara en mis fotografías. Adonde yo vaya, ella me acompaña. Nuestra amistad es muy grande y más fuerte que cualquier cosa. Me siento orgullosa de tenerla a mi lado.
Entre risas, llantos, discusiones, alegría tristezas… se fue formando una unión, gracias a la cual crecimos como personas. Cada pelea nos hace más fuertes y aprendemos la una de la otra; cometemos errores, pero si no cometiéramos errores no seríamos personas.
Le agradezco que me haya ayudado a ser como soy, no por hacerme sentir alguien, sino por saber que soy alguien, por hacerme sentir que soy importante, al menos para ella, y con eso me basta. Le doy las gracias por dejarme tantos recuerdos como historias vividas, que espero sean más a su lado.
La quiero muchísimo, como a una hermana; esa hermana que siempre está ahí, en los momentos malos y te presta su hombro, para que te apoyes y que llores sobre él; ella siempre me ha dejado el suyo. Siempre me ha hecho reír cuando nadie podía; también me ha hecho llorar, pero al final siempre acabo sonriendo gracias a ella. Aunque siempre estemos peleadas, la quiero mucho.
Además, ahí está la gracia de ser hermanas, ¿no? Que cuando te peleas con ella, al final siempre os perdonáis, Me encantan las reconciliaciones, porque me da un abrazo de los de verdad, de esos fuertes, que se tarda mucho una en soltarse de la otra.
Tengo que decirle que nunca, nadie, reemplazará el lugar que ocupa. Que ella es única, que no hay otra como ella. Que no hay ni va a haber otra persona con la que tenga tanta confianza. Nadie podrá ocupar su lugar.
Que jamás deje de hacer lo que hace, aunque sea muy difícil; ella puede con todo; ella es fuerte, ella no se rinde. Que siga soñando y que luche por lo que quiere, porque “quien la sigue la consigue”.
Quería decirle también que cuando ella caiga yo estaré ahí para levantarla, o para evitar su caída, y si no puedo, caeré con ella. Estaré con ella para siempre, porque eso es la verdadera amistad: no separarse nunca de tu mejor amiga.
También quiero recordarle que aquí no valen los “mi vida es una porquería”, ni los fines de semana encerrada en casa. Si es necesario, iré a su casa a por ella y la sacaré de su casa y, si hace falta, en pijama y sin maquillar, porque aunque ella cree que no, está preciosa sin maquillaje.
Para mi compañera Noemí, de su hermana, Itzíar.
P.D.: No te rindas nunca, ni estés triste por nada ni por nadie. Tú vales mucho.
Itzíar Martínez López
3º A de Diversificación
Tercer premio, ex aequo
16 – 09 – 11
No me gusta empezar las cartas con un “¿cómo estás?” porque pienso que está demasiado visto. Mejor empezar a hablar y dejarme llevar para contarte cosas, que quizás sepas, o quizás no.
El tiempo, por mucho que pase, no tiene por qué arruinar amistades, ni separar amigas que sean almas gemelas, como tú y yo.
Los recuerdos siempre serán momentos vividos, ya sean buenos o malos; pero yo quiero que tanto los recuerdos que conservo, como los que vaya a vivir, sean contigo: mi mejor amiga, mi compañera de locuras, mi alma gemela, mi hermana, mi vida… mi todo. Recuerdo la vez que me dijiste “maher”, nuestro apodo con significado “mejor amiga hermana”.
Y ahora, después de casi un año y cinco meses, ese dieciséis de septiembre de 2011, seguimos siendo amigas, y no sólo eso: las mejores. Es verdad que aunque sea poco tiempo el que llevamos juntas, ya sabemos la vida de la otra, las locuras, los amores, las lágrimas que derramamos.
Y es que cuando una sonríe, la causa es la otra que siempre quiere que sea feliz y que se olvide de todos aquellos problemas que la hacen sufrir. También, con cada lágrima que cae por nuestras caras, ya sean muchas o poca, la otra siempre está ahí para secarlas, para provocar una sonrisa, por mucho que le cueste.
Ahora te daré las gracias por todas aquellas cosas que has hecho por mí, todas esas sonrisas que has puesto y pones cada vez que estoy mal, y también por las veces que estoy bien. Te doy las gracias por todos los momentos que hemos pasado juntas, por todas las risas y por confiar en mí, a la hora de contarme tus secretos, y a la hora de aconsejarte. También por aconsejarme a mí con mis problemas, ya sean amorosos o familiares, pero nunca me has dejado tirada y eso yo te lo agradezco.
Gracias, por ser mi amiga; simplemente por eso, por ser una amiga, pero de las de verdad, de las que no te abandonan, y siempre te apoyan.
Me gusta recordar todos los buenos ratos que hemos pasado juntas, todas las locuras que hemos hecho y todas las fotos que tenemos. Pero, ¿sabes qué es lo que me gusta más? Vivir más momentos contigo, más momentos inolvidables, esos en los que no podemos parar de reír, o no podemos parar de llorar. Y son tantas cosas las que has hecho por mí, todo lo que marcaste en mi vida, y todo lo que sigues haciendo.
Te escribo para decirte todo, o al menos casi todo lo que quería decirte, aunque hay muchas cosas más, pero ¿sabes? Prefiero decírtelas y vivirlas contigo en persona. Quiero decirte que te quiero; no mucho, sino muchísimo, que espero que jamás nos separemos la una de la otra, y que me vas a tener ahí para lo que sea, para apoyarte en todo momento.
Te quiero, Itzíar Martínez López, mejor dicho, “maher”.
Noemí Expósito Bernabéu
3º A de Diversificación
Tercer premio ex aequo
EL HECHIZO
Solo tenía cinco años cuando la vi por primera vez.
Un cúmulo de circunstancias me habían llevado a conocerla. En la primera mirada, ya noté cómo me atrapaba, pero mi escasa experiencia y temprana edad jugaban, sin darme cuenta, en mi contra.
Pasaron los años y ese amor que tuve a primera vista, se fue cada día reforzando. Pasaba mi infancia y poco a poco te iba conociendo. Descubrí tu magnificencia y poder de provocación que ejercías en otras personas, e incluso escuché hablar de ti, con deseo, en plazas y mercados; incluso en el colegio.
Ello me llevó en mi adolescencia a perderme en ese amor que todavía te tengo; descubrí tu embrujo y tu magia. Cada vez que lo recuerdo se me eriza hasta el pensamiento.
Treinta siete años más tarde, te sigo adorando y te quiero. Y, aunque sigo viendo cómo vuelves locas y embriagas a otras personas, más orgulloso me siento de quererte hasta el universo. Ni sus miradas, ni sus deseos, ni sus anhelos me importan. Quiero que sepas que mi amor es eterno y que aquí tienes a un fiel compañero.
Aunque no sabía de tus secretos, poco a poco los fui descubriendo
Tu belleza hizo despertar aún más mis sentimientos. ¿No te van a querer tantos si es tan maravilloso todo lo que voy descubriendo?
Una idea hechiza mi cuerpo que es conocer, hasta el último rincón y saber todos tus movimientos. Quiero conocer hasta cómo fue tu nacimiento y ¡el caso es que mi madre ya me lo decía: “Cuando la conozcas, el corazón te embrujara y todo tu cuerpo con él”!
Ya necesito tu abrazo y tu aroma. ¡Ummm qué olor más intenso! Ese olor a azahar, a rosa, a jazmín, a gitanilla, a romero, a incienso… penetra tan adentro que incluso en la distancia te sigo sintiendo, cordobesa que te quiero.
Si has sido cuna de toreros, de pintores y de poetas, cómo no me voy a enamorar de ti, si he crecido a tu vera, he corrido por tus calles y he saltado por tus aceras; he gateado en tus naranjos que florecen en primavera. Y he vivido todas tus fiestas: Carnaval, Semana Santa, Cruces, Patios, Romerías y Feria.
Y quiero que sepa España entera que, aunque nací en Barcelona, a ti mi Córdoba es a la que llevo en el corazón y por bandera.
Córdoba, te quiero.
Manuel Carlos Rodríguez Vilches
1º de Ciclo Superior de Dirección de Cocina
-Premiado por votación popular-