¡¡¡Bendito homenaje a Poe!!!

Vaya por delante que no soy nada aficionada a tener animales en casa, aunque soy una tenaz defensora de sus derechos y se me parte el alma cuando algún desalmado o desalmada los maltrata.

Pero por distintas razones que iré desgranando poco a poco, estoy rodeada de gatos.

Habíamos decidido irnos a vivir al campo. Era la primera noche que cenábamos en la nueva casa. Tanto muebles como el resto de accesorios domésticos escaseaban por la premura del traslado; pero desde las dos tronas, de madera y enea en las que se sentaron durante bastante tiempo, ambos bebés, que eso eran mis hijos todavía, gritaron al unísono: «Mira, un gato… ¡y otro!»

La cocina fue diseñada, por capricho de mi marido, con tres ventanales de estilo inglés, y en cada uno de los alféizares de las tres ventanas había un gato (o gata, que por aquel entonces todavía no habíamos aprendido a distinguir su sexo)

Por todo lo expuesto, ni qué decir tiene que los gatos son, desde entonces , una constante en nuestras vidas.

La tarde en las que nuestr@s alumn@s y profes exponían una de las actividades que durante tiempo habían estado preparando en torno al bicentenario de la muerte de Poe, la familia en pleno decidimos asistir.

Era el día que exponían los distintos finales sobre el relato del autor ‘El gato negro’. Yo lo había leído en mi juventud, pero no llegué a entender el alcance del texto hasta aquel momento.

Por razones distintas a cómo habían llegado los primeros gatos a nuestras vidas, en estos momentos ‘disfrutamos’ en casa de dos gatos negros. Uno tipo persa, de pelo largo y al que llamamos Peluso y cuya descripción coincide, curiosamente, con aquella del  escalofriante relato. Incluso la mancha de pelo blanco en la barriga era exactamente la misma. Ya nos removíamos en los asientos del salón de actos con cierta intranquilidad, mirándonos unos a otros. Pero…, bueno,  tampoco quisimos darle mayor importancia, aunque al salir todos comentamos el parecido.

La otra gata negra es una gatita pequeña, menuda, que se instaló en casa vía wassap. Ella desde el principio comparte sofá y tele con la familia. Andaba preñada por entonces

Al llegar a casa lo primero que hicimos fue mirar por dónde andaba Peluso, y.. allí estaba, esperándonos,como siempre, más como perro que como gato, saliendo al encuentro

Cada uno nos dedicamos a nuestros quehaceres cuando, desde arriba, se oyó la voz de mi hija, gritando: ‘Mamá, mamá!!’ Le llamé la atención por la forma casi histérica de llamarme, cosa no habitual el ella. ‘Sube! ¡La gata!

¡¿La gata?!… La gata había decidido parir aquella misma tarde! Dios! Dónde??!! En el armario de los niños!!! Menos mal que se le ocurrió hacerlo en las distintas bolsas y mochilas de deporte de las que disponen y no en ropas o mantas, si no la que se pone a parir soy yo!!

Acababa de parir tres gatitos, uno blanco y dos blancos y negros. Como es habitual en las gatas, al expulsar la placenta, se la comió, y había que ver las arcadas que daba mi hijo al ver semejante acción de la naturaleza. Cogí a los gatitos, los metí en una caja de zapatos, los bajé también con mi  dosis de cierto asco y después bajé a la gata. Sobre una alfombra que le preparé para la ocasión parió a su cuarto gatito. Y así llegó la hora de acostarnos.

Ni qué decir tiene que la noche la pasé entre ensoñaciones de gatos y bastante inquieta. El sueño no fue en absoluto reparador.

A la mañana siguiente, al levantarme, lo primero que hice  fue ver cómo le iba a la gata que me recibió toda feliz, metiéndose entre mis piernas y llamando mi atención sobre sus crías. ¡Sus 5 crías! ¡Madre mía! ¿Cómo de un cuerpo tan chico podía haber salido tanto gato!

Entonces pensé que la comparación femenina podría perfectamente ser con gata y no coneja.

Al Departamento de Lengua le pido, por favor, que el próximo homenaje elijan otro tipo de autores.

P.D.: Lo hicisteis tod@s muy bien. ¡ENHORABUENA!

Gracia Serrano

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