¡Que nos vayamos al campo!, dicen los de Educación Física.
No hacía tanto que había amanecido en Córdoba y emprendíamos camino hacia el santuario de Santo Domingo. Todos bien abrigados (bueno, la mayoría, que algún despistado hubo que no llevaba abrigo suficiente). Nada más cruzar la carretera que lleva a Cerro Muriano tomamos la orilla del arroyo Pedroche que nos conduciría a nuestro destino. Y lo primero que nos llamó la atención fue el suave manto de escarcha blanca que cubría todos los parajes. Algunos de nuestros alumnos creían ver nieve. Ser, no era, pero bien que lo parecía pues por algunas partes no se distinguía el camino del terraplén o de los arbustos bajos.
Aunque andábamos subiendo nos costó entrar en calor y comenzar a desprendernos de alguna ropa.
Lo pasamos bien, aunque más de una queja hubo, que si mis pies, que si me ha entrado algo en el zapato, que si cuándo vamos a parar… Empezamos con cierto retraso, pero el buen hacer de nuestro guía Guillermo hizo que recuperáramos la media mejor que el AVE. Y llegamos a puerto sin novedad, aparte alguna ampolla, rozadura y algún trasero magullado de arrastrarlo cuesta abajo.
P.D.: Una cosa, me gustaría pedir a las madres y padres de nuestros alumnos (llámese, si se quiere, deformación profesional): salgan a pasear con sus hijos e hijas, por el campo, por el parque, por la ciudad… Es bueno para nuestra salud y nos conocemos mejor. La complicidad aflora más en el camino que en el sofá; sobre todo porque no hay una tele enfrente.
Gracia Serrano
¡Buena crónica y mejor mensaje!
Que los Reyes te traigan algo de más tiempo para que sigas diciendo las verdades como puños que acostumbras a decir, con esa gracia que te caracteriza.
¡Felices y descansadas fiestas!