Esta es la relación de las ganadoreas en el certamen de este año:
Tres premios ex aequo
• Isabel María Morales López (3º ESO B)
• Noelia Pedraza Caballero (3º ESO B)
• Elena Ropero Cerro (3º ESO B)
Tres accésit
• Yolanda Oliva Lamarca (1º Bachillerato A)
• Lydia Ruiz González (2º ESO C)
• Emilia Sánchez Rodríguez (3º ESO D)
A continuación podéis disfrutar de los textos:
El mar, 7 de Julio, acabo de llegar, miro hacia adelante y veo el mar. Sus aguas cristalinas se funden con la tierra. Avanzo, atravesando el paseo marítimo. Llego a la arena, primero, poso los dedos y, a continuación, mis pies. Los granos de arena me hacen cosquillas y una sonrisa nace en mi boca. Sigo, ya he llegado, ya puedo ver a los niños correr, a los ancianos dando un paseo por la orilla y a mucha gente tumbada, esperando que su piel absorba todos los rayos que el sol desprende. Huelo la brisa y pienso «Sí, este es mi hogar». Voy saltando hasta llegar a la orilla, espero, ya se acerca, ya viene, ya baña mis pies, ya puedo sentirla. Entro en ella, poco a poco, la siento. Me adentro, ya me llega por la cintura, tengo frío, pero me da igual. Ya estoy preparada, me lanzo. Moja mi cabeza, nos fundimos, el mar y yo, yo y el mar. Abro los ojos, al principio veo borroso; los cierro y los vuelvo a abrir, ya veo mejor. Saco la cabeza y nado, deslizándome por el agua, sintiendo todos los peces a mi alrededor. Me detengo, ya puedo ver mi roca, aquella roca en la que me he subido desde mis diez años. Salgo, las gotas de agua están pegadas a mi pelo como perlas. Me tumbo, el sol me da en la espalda y, sin poder evitarlo, me duermo. Al despertar, empiezo a extrañar el agua, es como si me sintiera vacía. Salto, me fundo de nuevo con ellas. Necesitaba que volviéramos a ser uno. Buceo, veo a los peces en la roca. Me acerco y ellos huyen. Sonrío. Me siento feliz, pero no quiero estar solo ahí, bajo más, llego al fondo. Los oídos empiezan a dolerme por la presión y me falta poco para quedarme sin aire, pero algo brilla. Una concha perfecta de color perla. La cojo, tiene un agujero en la parte superior, pero no me importa, para mí es perfecta. Subo, llego a la superficie y nado hasta la orilla y salgo. Son las 9 de la noche. Me acerco a la orilla. Sonrío, el sol se ha vuelto rojo y las nubes rosas, el aire mueve mi pelo. Me siento libre, no quiero irme, pero ha llegado la hora. Me acerco al agua, ahora templada, mojo mis pies y pienso: «Adiós fina arena, adiós roca, adiós peces, adiós mar, el próximo año nos volveremos a encontrar»
(Elena Ropero)
ARTE, PASIÓN
Dúchate, siente el agua caer por tu cuerpo nervioso. Sal, sécate, ponte tu ropa interior y una bata para no coger frío. Mírate al espejo y mira tu cara pálida y húmeda, sécala, tranquilízate y mira de nuevo al espejo, tus ojos te devuelven una mirada nerviosa, ciérralos y respira. Vuelve a abrirlos, ahora te devuelven una mirada dispuesta, preparada .Deslía la toalla de tu cabeza, deja tu pelo todavía húmedo suelto, cepíllalo, quita esos interminables líos y déjalo liso. Ahora péinalo hacia atrás y recógelo en una coleta alta que te proporcione seguridad, enróllala en círculo, hazte un moño que te proporcione seriedad, engánchalo con ganchillos y sonríe, si estás nerviosa, pero menos.
Es la hora, coge tu base de maquillaje y extiéndela por tu rostro, coge polvos para quitar ese brillo. Ahora, ve a por tus ojos, aquellos que te devolvían una mirada nerviosa, pero que ya están tranquilos. Maquíllalos con sombras claras, oscuras, todo depende del vestido. Señálalos con un lápiz negro que dibuje el contorno de los ojos. Ahora turno del rímel, deslízalo desde el nacimiento hasta el fin de tus pestañas. Un poco de colorete y toque rosa o rojo a tus labios. Ve a tu armario, ábrelo y coge tu vestido, siéntelo caer sobre ti, abrocha la cremallera y ve hacia el zapatero, coge tus zapatos de tacón, aquellos que te han acompañado en las buenas y en las malas. Póntelos, siente el frío contacto del cuero en tu piel. Coge la flor, la peineta y ponlas en tu cabeza.
Ya vas de camino a ese lugar, donde toda vergüenza debes perder. Es tu hora, escuchas tu nombre en la boca del presentador, últimos segundos de nerviosismo y ya ves cómo se abre el telón, no hay vuelta atrás, tienes que salir y bailar, dar más de lo que la gente espera de ti. Desde el primer segundo que empieza la música, ya no puedes parar, tus pies van solos, haciendo aquellos pasos que tantas veces ensayaste. Tus manos se mueven al compás y todo tu arte y tu esfuerzo va saliendo, poco a poco, por tu mantón, por tu taconeo, por tu mirada, por tu pelo, por cada mínimo detalle de tu cuerpo que se acentúa bajo ese vestido entallado, pesado, con volantes interminables, ese vestido que deja ver tus curvas y tus movimientos de cadera a cada paso que das.
Pausa. Solo tienes 5 segundos para respirar, tranquilizarte y acordarte de lo que sigue. De nuevo, el sonido de la guitarra, la voz de tu profesor de fondo, animándote, ese que tantas veces te regañó y te dijo no tan rápido, escucha la música, ponte más recta, con más fuerza…, ese que te hace sudar y desesperar. También está la potente voz del cantaor, que retumba en tus entrañas, última letra, último esfuerzo, últimos segundos y fin.
El flamenco no es solo técnica, es arte, fuerza, seriedad, sentimiento, es algo imposible de describir, quien no se sube a un escenario y lo baila, no puede saber lo que verdaderamente se siente.
Simplemente el amor al baile es así, los nervios, contratiempos, sudores y, por supuesto, la recompensa, la recompensa de ver a un público que se levanta para aplaudirte, ver las sonrisas en sus caras, sentir cómo tu cuerpo se relaja y se deja abrazar por ese amor, el amor al baile.
(Isabel Morales)
Mi querido baile.
Entra en el rectángulo, mata todas las traviesas mariposas de tu estómago, cierra los ojos y respira. Un aire especial, aire de arte. Primer toque de guitarra, tus pies llenos de energía rozan la madera con una cierta delicadeza. Miles de pupilas clavan la mirada sobre ti. Luz. Un sólo foco en mitad del escenario y en mitad del foco estás tu, con ojos de concentración y control sobre cada uno de tus movimientos. Un simple despiste te puede jugar una mala pasada. Comienzas. Segura. Valiente. Bonita, sobre una preciosa melodía al son de la guitarra y al ritmo del cajón. Salida. Poco a poco la intensidad va subiendo. Es como si bailaras en una escalera de notas musicales, cada vez más altas y, cuando llegas a la cumbre, estás cansada, los cuádriceps tiemblan y duelen. Pero pones cinco sentidos para seguir, sacas todas las reservas de tu corazón y bailas mejor, con más amor. Cada movimiento agranda tu corazón, cada movimiento de muñeca acaricia el aire, cada toque de cadera agujerea el ambiente y cada taconeo rompe el suelo, lo resquebraja. El arte, el amor al baile sale por el tacón de tus preciados zapatos, por una punta abierta de tu pelo que ya ha quedado suelto, se ha liberado de la prisión del moño. Sale por tus pestañas, por tus uñas, por tu mirada. Transmites al público ese amor, de una manera u otra. Yo no transmito el amor dando besos ni abrazos. Yo transmito el amor mirando, sonriendo, bailando. Escobilla, letra, subida, final. Casi con la respiración cortada te esfuerzas un poquito más, sonríes y te envuelves en ese sonido que en cualquier otra ocasión es desagradable, pero en esa es como tu recompensa. Te relajas entre aplausos y ahora sonríes más, has recuperado el aliento, saludas con un ligero movimiento de cabeza que hace que todo el pelo se te pegue en la frente sudada de pasión. Sales del rectángulo donde todas tus sensaciones fluyen y las expresas con movimientos ingenuos, que nadie, solamente, yo los entiendo.
Hasta la próxima, querido rectángulo.
(Noelia Pedraza)
Mamá
Quizá te preguntes por qué te dedico esta carta, pero ¿quién se la merece más que tú? Eres mi madre y me has dado la vida, todo el amor que una madre puede darle a su hijo tú me lo as dado a mí. Desde que nací, has estado junto a mí cada día de mi vida. Estuviste junto a mí, cuando soplé cada vela de mi cumpleaños, cuando dije mis primeras palabras, cuando anduve mis primeros pasos… Tú me has educado con cariño y amor, me has ofrecido tu hombro, cuando he tenido que llorar en él, has limpiado mis lágrimas con un beso, has velado por mí, cuando he estado enferma, me has defendido y protegido de todo lo malo. Has hecho que un día oscuro se vuelva rosa tan sólo con sonreír, me has enseñado que con sólo un beso se puede decir te quiero, me has mimado acurrucándome en tu regazo, cuando he tenido frío, me has dado tu calor. Hemos reído juntas, pero también hemos llorado juntas, has celebrado conmigo mis triunfos y me has dado consejos, cuando algo no me sale bien. Cuando nos enfadamos, no me siento bien me falta algo, no siento la alegría, no oigo las risas, no huelo el aroma de una flor, la vida es diferente. Pero cuando ya echo de menos tus abrazos vuelves a mí y me das un beso, entonces sonrío y pienso que la vida vuelve a tener sentido. Enfadarnos no es bueno, pero a veces para mí sí, porque así me doy cuenta de que te echo de menos, de que echo de menos tus abrazos, tus besos y así se que sin ti no soy nada. Estoy muy orgullosa de ti, de ser tu hija y estoy contenta de saber que puedo contar contigo para lo que sea, pase lo que pase. Cuando rezo, le doy gracias a Dios por tenerte y pido que nunca te alejes de mí. Pienso y siempre pensaré que no hay nada más bonito en este mundo que el amor de una madre.
(Lydia Ruiz)
Tú, mi amor imposible. El primer día, que te vi, fue una impresión distinta…Yo sabía que no serías como los demás, y no me equivoqué. Inteligente, mirada tierna, sonrisa loca…Una persona diferente, serio y divertido a la vez. No te conozco desde hace mucho, y no hay nada más que saludos, palabras, conversaciones cortas…, alguna más importante; pero nunca temas de la vida íntima.
Poco a poco me fui dando cuenta de que cada vez me gustaba más escucharte, cuando me estabas hablando, y de que, cada vez que te veía, mis ojos se detenían en ti de una forma tan especial…
Y así fue como empezó a nacer algo, no sé como explicarlo. Con el tiempo me he dado cuenta de lo que significa cada expresión de tu cara, de lo que quieres decir, según tu tono de voz, tus miradas, tus gestos, las cosas que te gustan…
No soy capaz de decirte lo que siento por ti y lo mantengo en secreto. Quizás es el miedo al rechazo lo que me frena las ganas locas de contártelo todo. Lo que no entiendo es cómo no te has dado cuenta de que mi trato hacia ti es diferente. Será, supongo que lo que siento por ti es tan inofensivo y sutil que apenas es perceptible; o que eres un hombre tan ocupado y atento en tu trabajo, que no eres capaz de fijarte en un pequeño grano de arena en el desierto.Quizás esta sea una bonita declaración amorosa. No sé si algún día sabrás de su existencia ni si quiero que lo sepas. Solo sé que me despierto con la ilusión de verte, que suspiro, cuando te veo, y sonrío, cuando le hablo de ti a otra gente. Solo sé que tienes un no sé qué, que me encanta. Y también sé que es una pena que solo seas un amor platónico, sé que nunca te podré tener, sé que solo te podré soñar, porque el amor entre profesor y alumna nunca va más allá de los sueños.
(Yolanda Oliva)
Hola niñato:
Te escribo esta carta, porque hace bastante tiempo que ni te veo ni se nada de ti. Mantuvimos una relación de un año a la que tú le pusiste fin. Mis malos modos, después de nuestra ruptura, fueron causa de rencor o incluso odio. Era yo la que preguntaba ¿cómo odiar a alguien al que has amado? Y ahora te odiaba, pero por quererte demasiado. Sentía rabia e impotencia por quererte y no tenerte a mi lado. Cuando veo nuestras fotos o paso por nuestro parque, pienso en ti y me pregunto ¿cómo estarás?, ¿qué estarás haciendo en este momento?, ¿te acordarás de mí?
Tal vez no recuerdes cómo empezó todo, eras un niño más alto que yo, con una preciosa mirada y sonrisa que consiguió enamorarme. Quizás no recuerdes esas conversaciones telefónicas en las que no sabía qué decir, nunca pensé que a ti te podría llamar “cariño”, sin ni siquiera sonrojarme. Solías sorprenderme con pequeños detalles o cuando venías al insti, sin que yo lo supiera. Nuestro color favorito era el azul. ¿Lo recuerdas? Y esa canción que siempre nos gustó. No pretendo reclamarte nada, en su día fui yo la que te hizo daño, pero inconscientemente, créeme, nunca quise ni quiero verte mal. A lo mejor respondes a esta carta con esa letra tan bonita que tenías o simplemente, al ver que es mía, ni siquiera quieras leerla. Intenté tener una relación sentimental con otro chico, pero la finalicé, porque pensaba tanto en ti que un día hasta le dije tu nombre. Y después de seis largos meses intentando olvidarte, me he dado cuenta de que nunca podré borrar de mí el día 17 de abril de 2009. Te deseo tanta suerte y espero que recuerdes que fuiste mi primer amor, y que esos días de primavera siempre serán nuestros.Te quiero tanto.
(Emilia Sánchez)
Enhorabuena a todas ellas una vez más.
Matías Regodón.