Era la semana en que se celebra ese día que nos viene de ‘fuera’, de otras culturas, de otras religiones, de otras tradiciones…, pero que nosotros, como pueblo acogedor que somos, según dicen, tomamos como nuestro.
A un lado se quedaron las pequeñas palmatorias o palomitas que nuestras abuelas ponían la noche de difuntos, sobre un cuenco de aceite: una por cada ser querido que ya no estaba y que a nosotros, los niños y niñas de entonces, nos daba una mezcla de morbo y pavor ver luciendo durante toda la noche y nos sorprendíamos con el respeto y reverencia con el que nuestros mayores trataban dicha ‘ceremonia’.
Pero, como digo, ya todo aquello cambió. Y hoy día, todo eso se ha convertido en una fiesta de divertimento, en la que los y las jóvenes, sobre todo, celebran un día de disfraces en complot con el más allá. Y hete aquí que a los alumnos de Diver de este nuestro instituto se les ocurre convertir su aula en una ‘cámara de los horrores’.
Esta profesora, ya mayor, no acababa de verlo claro del todo, pero decidió acompañarlos: ‘no se preocupe, seño, que de eso nos encargamos nosotros’. Esa frase…, no sé si me tranquilizaba más o menos. Más tarde, vi que no era yo sola la que me preocupaba. Mis compañeros Benito y Paco Ponce, al igual que la vice, Carmen Jurado, también vieron la cosa con cierta preocupación, pero, hechos unos pequeños cambios, nos volcamos en el proyecto de este impetuoso alumnado de Diver.
Iluminaron la estancia con tenues velas, montaron una de audiovisuales con chirridos, arrastrar de cadenas, gritos histéricos con niña del exorcista incluida. Se disfrazaron de malos malísimos con disfraces de esqueleto, terroríficas caras maquilladas, vestuario militar que daba más miedo que los propios marines americanos, con monos de operarios asesinos y con las respectivas bragas en la cara, con perdón. Se armaron de grandes cuchillos de plástico, de un listón de madera que golpeaban contra las mesas convertidas en escalofriantes pasillos oscuros llenos de telarañas, golpes que hacían creer a los pobres alumnos de Primero de la Eso que les estaban disparando, y de cadenas que arrastraban como almas en pena.
Tan bien montaron el montaje que ese alumnado recién llegado al centro, que, lejos de tranquilizarse según pasaba la mañana y unos se iban contando a los otros los ‘horrores’ que habían vivido, se iban sugestionando de tal manera que el público que asistía a la sala de los horrores era cada vez más escaso. Pero, al final de todo, todos y todas lo pasamos bien.
Por eso, quiero dar las gracias a Iván, a Luis, a Josua, a Álvaro y a Carolina por hacernos pasar una mañana como aquella. Se lo trabajaron bien ese día y los días anteriores con todos los preparativos. Quiero desde aquí mandarles mi enhorabuena y las felicitaciones de los profesores y profesoras que vieron lo que hicieron. Y desde aquí quiero pedirles también que estudien un poquito más.
También agradecer, cómo no, a los alumnos y alumnas de Primero su colaboración, porque sin ellos no habría sido posible llevar a cabo la actividad.
Hasta el Halloween que viene.
Gracia Serrano