Como nuestro amigo Matías ha reflexionado sobre un editorial de El País que consideró de gran interés, parece oportuno reproducir aquí su contenido íntegro:
Aprender navegando
02/09/2009
La conclusión de un estudio realizado por la consultora SRI International para el Departamento de Educación de Estados Unidos sostiene que la formación que se obtiene combinando las viejas maneras con las nuevas es indiscutiblemente la mejor. Es decir, que terminan sabiendo más quienes aprenden yendo a clase pero trabajando también muchas horas frente al ordenador. Los resultados del estudio se refieren a la educación superior y de adultos. No sirven, por tanto, ni para primaria ni para secundaria. En esas edades no existen todavía datos que avalen, hasta ese punto, la eficacia de las nuevas tecnologías.
El trabajo de la consultora empezó con la revisión de todas las investigaciones que sobre esta cuestión se habían hecho entre 1996 y 2008, seleccionó después los 99 estudios que ofrecían una comparación cuantitativamente fiable entre la formación presencial y la formación online, y se quedó al fin con 49 de ellos, los más rigurosos. Se establecieron entonces valores para comparar los resultados y, hecho el cotejo, concluyeron que la formación online es ligeramente mejor que la presencial, pero que donde verdaderamente hay una notable diferencia es cuando se combina el trato directo con el profesor y los compañeros con las facilidades que proceden de la Red.
Videoconferencias, chats, correos electrónicos. Acceso inmediato a diccionarios y a enciclopedias y a una inmensa cantidad de artículos. No tener que desplazarse, ganar tiempo, evitar las aulas masificadas. Y conducir uno mismo las riendas del propio aprendizaje. Ésos son algunos de los recursos que ofrecen las nuevas herramientas. Eso sí, sigue siendo indispensable el contacto directo. Para aclarar dudas, establecer pautas, compartir fórmulas, para que los que saben guíen los pasos de los que se aventuran en la selva de Internet.
Habrá quien se rasgue las vestiduras. Pero conviene acercarse a lo que de verdad está pasando. Son pocos los que, por ejemplo, asisten a las clases de Walter Lewin, un astrofísico del MIT, pero los vídeos de sus explicaciones los han estudiado en YouTube unas 250.000 personas. Al final resultará que, a distancia, entra mejor el conocimiento.