Fernando Savater publicó ayer en El País un artículo de opinión sobre la recientemente debatida cuestión del docente como autoridad pública. Como es habitual en sus colaboraciones periodísticas, aporta argumentos para enriquecer el debate:
Muchos de los que se oponen a conceder a los docentes estatuto de autoridad pública (casi siempre porque la propuesta proviene de fuera de su clan) sentencian que «la autoridad no es algo que pueda conferirse por decreto sino que hay que ganársela». Y se quedan muy orondos después de proferir lo que en la mayoría de los casos es una obviedad y, en el que nos ocupa, también una sandez. Sin duda la auctoritas del maestro -o sea, el espontáneo respeto y casi veneración a su figura y a su magisterio- es cosa que algunos conquistan merced a sus dotes personales: habilidad para comunicar, simpatía, equidad, etc… En una palabra, carisma: algo que no siempre dan la experiencia ni la buena voluntad. Estupendo para quien lo posee y para los afortunados que han disfrutado de profesores así.
Y esos argumentos los acompaña de observaciones sobre la visión que de la educación ofrecen, a menudo, las series de televisión. A lo que une, para finalizar, la evocación de un exemplum: la decisiva influencia que el profesor Germain ejerció sobre la formación de una personalidad tan fascinante como la de Albert Camus.
Hace tiempo que Savater puso su pluma al servicio de su clan, y abandonó el espacio en el que a muchos nos gustaba encontrarle. Ya no es referencia, sino sólo opinión.
http://iessecundaria.wordpress.com/2009/11/15/ya-no-se-castiga-como-antes/