Con este titular aparece hoy un reportaje en el diario EP, donde se analizan las causas de la falta de candidaturas para gobernar los centros públicos desde hace algunas décadas. Se destacan las siguientes frases en él:
La recompensa económica de los directores está en la parte baja de la OCDE.
Sólo perciben un 20% más de media que el resto del profesorado.
«Tenemos muchos deberes y escaso poder de decisión» dice un profesor.
«Al final, la soledad del despacho es muy dura», asegura otro maestro.
Los altos cargos de los centros acumulan dos veces más horas extra que el resto.
El excesivo papel de los padres en las sanciones obstaculiza la gestión.
El mandato de cuatro años complica que el director tome decisiones difíciles.
Debido al corto periodo en el puesto la Administración no invierte en formación.
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Cuanta tontería hay qué oir… No se presenta gente porque el sistema de elección de director ya no depende del claustro si no de manejos oscuros de la administración. Y en los centros en los que surge una corriente de oposición a la directiva, los profesores que manifiestan su interés en un cambio son penalizados por la gente en el poder.
¿Qué tanto por ciento de los jefes de estudios están en comisión de servicios? ¿cuantos favores se deben a cambio de lealtad?
No hay democracia en los centros educativos.