Discurso de Benito Vaquero

PALABRAS PARA MATÍAS

He de confesar que sentí una inevitable emoción al comenzar a escribir estas palabras. Más difíciles me parecieron de hilvanar que las de aquel discurso de entrada en la Academia que a modo de broma me pedías que te leyera a cambio de pagar el café de los recreos…emulando la conocida escena de La Colmena que Camilo José Cela sitúa en el famoso Café Gijón de Madrid.

Igual me ocurrió el año pasado en la despedida de nuestro querido amigo Miguel. Al final fuiste tú quien tomaste la palabra. En esta ocasión, ya no me vale corear junto a Manolo Blanco aquello de: ¡qué hable Matías, ¡qué hable Matías! No, ahora, nos corresponde a los demás hablar de ti y de lo que ha significado compartir todos estos años contigo.

La creencia en las actividades  complementarias y extraescolares como forma de mejorar la formación del alumnado marcó nuestra relación laboral y personal y hoy, gracias a ti, en gran medida, las actividades con mayúscula son uno de los signos de identidad de este centro.

Quiero valorar y resaltar esta noche tu dedicación en «cuerpo y alma» al trabajo, tanto en el ámbito de las actividades como en el de la docencia directa en el aula; Tu absoluta entrega y generosidad con el alumnado; La lealtad a tus amigos y amigas, a tus compañeros y compañeras siempre por encima de todo y de todos; El respeto a los demás con la discreción como bandera, porque, tu sabes muy bien que hay preguntas que no es necesario, ni conveniente hacer. Y … tu bondad. Eres fundamentalmente una buena persona.

Antes de terminar quisiera pedirte disculpas…disculpas por haber envuelto tu vida junto a la mía durante tantos y tantos años, en una densa y tóxica nube de humo en la que aceptaste vivir, anteponiendo la amistad a la propia salud.

Porque solo puedes recoger aquello que has sembrado… ahora y para siempre Matías, te deseo todo lo mejor.

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