Cartas de Amor 2017. 1º Premio: “Paseando por las calles…” Carmen Alcaide

Córdoba, 15 de Diciembre de 2016

Hola cariño:

Paseando por las calles de la Judería pensé en ti. Por primera vez en años alcé la vista y vi el movimiento de las nubes grisáceas en una tarde de invierno. Y es que tú, mi serendipia, me enseñaste a levantar la vista del suelo

Llegué a la Mezquita y me fijé en cada minúsculo recoveco de ella. Me acordé de toda la gente que tuvo que entregarse en cuerpo y alma para construir esa obra de arte. Pensé, también, en todo el sudor que se tuvo que derramar para alzarla. Y es que tú, fugaz torbellino de sonrisas, me enseñaste a fijarme en los pequeños detalles de la vida, que son, al fin y al cabo, los que verdaderamente cuentan.

Me asomé desde el Puente Romano, para ver el agua correr; agua que pasa solo una vez, pero deja huella. Como tú.

Lo nuestro fue efímero, sí, pero no importa, porque me hiciste cambiar mi percepción del mundo radicalmente. Me has enseñado a ser independiente, a ser yo misma. Has hecho que de una vez levante la cabeza y diga con orgullo “Esta soy yo”. Y entonces vi un mundo nuevo.

He empezado a caminar despacio. ¿Acaso las prisas sirven para algo más que para no prestar atención a tu alrededor?

Ya ni siquiera nos hablamos, entre nosotros todo ha quedado dicho. Pero, si algún día te apetece, busca mi mirada entre el gentío, porque estará fija en ti, expresando todo lo que se quedó escondido.

Te has quedado a vivir en mi alma y yo me he perdido en los rincones de tu ser. Que pena que ahora navegue perdida, aunque tu siempre serás mi rumbo. Y, mientras escribo esta carta en mitad de la calle, perdiendo mi horror vacui, rodeada de gente indiferente, escucho el punteo de una guitarra. Pero, no una cualquiera, sino esa de aquella nuestra canción que un día te enamoró. Guitarra que siempre se mezcla con el eco de tu voz. Cariño, estoy sufriendo. Pero si quieres irte, cuídate. Me sentaría a esperarte y ver cómo jamás volverás, pero la vida no espera. Se va, es pasajera.

Y ahora es cuando termino con un “gracias” y un punto y final. Pero eso me sabe a poco. Acabaré con los puntos suspensivos, para que puedas continuar, si es que algún día lees esto, y escribas la esencia que tuvimos y no pudo aspirar a nada más que a leerse entre líneas…