Córdoba, 31 de enero de 2017
Hola cariño,
No estoy seguro de si esta carta te hacía más falta a ti o a mí; tan solo sé que después de esto, al menos uno de los dos estará mejor consigo mismo.
He de darte un mensaje, pero este se aleja un poco del que he estado escribiendo hasta ahora. Tan solo: no lo eres. Exacto, simplemente eso.
Necesito hacerte saber que no eres tan torpe como dices, ni tan tímido como cuentan, ni tan susceptible como puedas parecer al resto. No hay mucho más que pueda decirte al respecto, es simple. Cada vez que me dices: “¡Qué torpe soy!”, no tengo otra forma distinta que mirar hacia arriba para decirte: “No lo eres”. Cada vez que me dices: “Tal vez sea una mala influencia para ti”, mi risa no reafirma tu suposición, en absoluto. Y ni de broma pienses que mi “¡Ay…!”, como respuesta a cualquier otra tontería de las tuyas, es motivo de asentimiento; ni de broma.
Tal vez deba dejar la ironía para estas situaciones,
o prestar más atención a mis reacciones…
No resistiría que tuvieras que pasar por todo aquello que nadie desea, no aguantaría que eso te afectara y te quemara de forma irreversible, y… ni mucho menos, podría seguir si te convirtieras en vegano a base de malvas.
Aquí soy yo quien no te merece, ¿entendido?
Mi culpa fue encontrar un polo opuesto tan desmedido.
Tal vez deba dejar de lado mi hipocresía
y terminar de buscar soluciones
para empezar a dejarme querer,
y hacerme a la idea de que no es solo mi fantasía.
Solo me queda pedirte perdón por mis errores;
ayer se me olvidó decirte que te quería…