Halconiria
Saludos, mi noble y gran señor:
Te dedico esta carta, falco todopoderoso, por salvarnos de toda sombra maligna que envuelve cada vez más este pequeño mundo. A lo largo de generaciones, has dejado huella en la memoria de todo ente viviente que habita en este lugar.
Semejante leyenda, es digna de haber nacido de grandes padres como Halcovia, padre guardián de la tormenta y de la tempestad, y Aguiluz, madre guardiana de la luz.
Tu plumaje grisáceo paterno te convierte en símbolo de respeto, pero cuando lágrimas celestes caen sobre la superficie terrestre, vas en búsqueda del obsequio colorido que dejan estas cuando hacen su visita a la Tierra. En ese momento, tu bella figura se cubre de hermosos colores paradisíacos que me llenan de orgullo y que, finalmente, te convierten en el valiente y feroz guerrero que me conmueve.
Cuando surcas los mares del cielo, pienso que los ángeles existen, porque desde ellos, avistas todos los rincones de este planeta, y acudes a la ayuda de las personas que peligran. Con tus plumas afiladas, juzgas a cualquiera que merezca ser juzgado; con tu graznido legendario, ensordeces al que daño haya causado, y con tu saliva curativa, alivias al que desgraciadamente ha sido dañado.
Esos poderes que tu prisma genera, te convierten en algo más que un héroe. ¡Te convierten en un dios!
Por esta razón, yo y gran parte del mundo, te admiramos con gran ímpetu, porque para nosotros, tus acciones han sido la cura de malas infecciones que han hecho enfermar este mundo.
Desde lo más profundo de nuestros corazones, te decimos:
¡Gracias, Halconiria!
Córdoba, 31/01/2017