Discurso de Paco Ortiz

ALEGATO CONTRA LA JUBILACIÓN DE UN AMANTE DE LAS LETRAS

Matías, sabes que me parece prematura tu jubilación, así que me propongo leer un alegato para persuadirte de que debes permanecer algún curso más con nosotros.

El poeta dice:

Los suspiros son aire y van al aire.
Las lágrimas son agua y van al mar.
Dime, mujer, cuando el profe se jubila,
¿sabes tú adónde va?

Yo le voy a contestar:

Sí, lo sé.

Hay muchas ocupaciones posibles: corredor de bolsa (ya que tienes tanto tiempo libre, ve a comprar), o lo que es peor, de bolsa de basura (baja la bolsa, hombre, con tanto tiempo libre…). Puedes, incluso, entrenar para la Maratón (todo el día con el mando, sal a correr, hombre) o la Marcha (anda, sal a pasear al nieto o llévalo al colegio). No olvides que puedes convertirte en cocinero o dedicarte al buceo… en las procelosas aguas de Internet.

Eso sin contar con la renuncia a puentes y vacaciones, tantos años deseando y esperando su llegada y ahora, ¡los has perdido!

Y en el aspecto profesional, ¿quién va a discutir con José Javier o Joaquín sobre sintaxis?, ¿quién le dirá a Ana que se entrega en cuerpo y alma a su trabajo?, ¿quién será el primero en elegir lo peor para ser equitativos en el reparto de asignaturas?

Y como Vicedirector, con la canonjía siempre llena de gente, el ordenador lleno de virus por el uso colectivo, esa obsesión por hacer que el centro se abra a su entorno diseñando una amplísima batería de actividades extraescolares, concursos, exposiciones, etc., y dedicando muchísimas horas a mejorar el clima del centro.

Y en clase, ¿se van a perder los alumnos tu manera de trabajar, tu relación cercana, ese buen obrar que consigue hacer de la Lengua una asignatura querida?

En estos tiempos de cambio en el currículo, en nuestra manera de trabajar, ¿cómo se va a despedir la persona que demuestra más entusiasmo por la innovación?, ¿quién, si nos observara, podría afirmar que esa persona se jubila este curso? Piensa seriamente en esto y comprende que para nuestro Departamento va a ser duro asumir tu despedida.

Ya lo dijo el poeta:

Volverán las oscuras golondrinas
en la cornisa sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.

Pero aquellas que el vuelo refrenaban
tus clases y tu dicha a contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres…
¡esas… no volverán!

Volverán los alumnos en las pistas
con la pelota los cristales a golpear,
y otra vez a la tarde, aún más hermosas
las flores se abrirán.

Pero aquellas, cuajadas de rocío
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer como lágrimas del día…
¡esas… no volverán!

Volverán de las clases en tus oídos
las palabras profundas a sonar;
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará.

Pero mudo y absorto y de rodillas
como se adora a Dios ante su altar,
como nosotros te queremos…; desengáñate,
¡así… no te querrán!

A través de este escrito y estando en tiempo y forma vengo a ofrecer el alegato que por mi parte corresponde, y, si aún persiste en su actitud y no he logrado convencerle señalo que es procedente condenar al demandado MATÍAS REGODÓN JIMÉNEZ, a que su jubilación sea alegría, gozo y plenitud, que abandone lo cotidiano, lo monótono, entre en otras esferas y experimente nuevos horizontes. Por fin, ha alcanzado la libertad.

Y, para despedirme y no ser pesado quiero hacerlo con un poema

Matías, son tus huellas
el camino y nada más;
Matías, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Matías, no hay camino
sino estelas en la mar.

El instituto lleva parte de ti

y tú de él, quizá para siempre.

GRACIAS

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